Hola, soy Marta de Celis, fisioterapeuta. El post de hoy es el más especial hasta la fecha.
El motor de mi vida profesional es sin dudas mis pacientes. Me hacen perfeccionar la técnica, cambiar el rumbo de mis tratamientos buscando mayor efectividad… Pero sin duda alguna lo mejor de mi trabajo es la parte humana que me une a ellas.
Hoy, una mujer valiente, inteligente a la par de sensible, nos cuenta su experiencia con el vaginismo. Las relaciones sexuales dolorosas o la incapacidad para tenerlas, sigue siendo un tema que no se comenta, que no se conoce. Muchas mujeres piensan que solo les pasa a ellas. Pues no.
Sabes que te agradezco en el alma esta colaboración desinteresada, con el único fin de hacer llegar tu mensaje.
Te felicito, no solo por esta impecable forma de transmitir, sino por lo superado y lo vivido. Pero recuerda que yo solo te acompaño en tu viaje y eres tú la que consigues tus logros. Aprendí en cada paso que dimos juntas, porque no hay mejor forma que trabajar en equipo.
Os dejo con ella.
Un viaje de autoconocimiento
Hace algunos meses llegué a la consulta de Marta de Celis, fisioterapeuta especializada en disfunciones del suelo pélvico. Sentí una conexión casi instantánea tanto con la profesional como con la persona, probablemente porque ella supo empatizar rápidamente con los sentimientos de perplejidad y desconocimiento con los que llegué. Hasta poco tiempo antes, yo no sabía que existían “especialistas de suelo pélvico” (aunque es cierto que alguna vez había oído hablar a compañeras de trabajo de “colocar el útero con masajes para facilitar el embarazo” y que como no me interesaba, no le presté atención). Tampoco era consciente de que lo que me estaba pasando era una patología. Para entender mejor mi historia, dejadme que empiece por el principio.
Me crié en una familia donde se ha hablado cualquier tema abiertamente, con libertad y sin miedo a ser juzgada o recriminada (eso sí, con la vergüenza que da que tu madre se siente contigo a decirte que uses preservativo y seas precavida). También soy de la generación que escuchaba el programa de radio En tu casa o en la mía en sus años de universidad y charlaba y reía con las amigas sobre sexualidad. Tuve mi primera relación sexual con 15 años y siempre he creído que sabía todo lo que había que saber. Qué equivocada estaba. Esta prepotente actitud fue lo que hizo que yo tardase años en buscar ayuda profesional. Sin embargo, la primera vez que comenté lo que me pasaba (a medias), lo hice a mi ginecólogo, quien me aconsejó que visitase un psicólogo. Si bien yo soy firme defensora del trabajo de psicoterapia, ahora sé que no es eso lo que necesitaba (al menos no solamente eso). Por distintas circunstancias no me decidí a ir a psicoterapia y el problema se fue agravando.
Años más tarde, no sé muy bien cómo, llegue a la cuenta de Instagram de Marta Torrón, reconocida fisiosexóloga dedicada a la divulgación en redes sociales y otros medios. A estas alturas, mis relaciones sexuales con penetración se habían espaciado mucho porque sentía dolor. No había sentido dolor siempre y no empezó de forma repentina. Lo que yo notaba era más bien una hipersensibilidad al roce en la entrada de la vagina y pensaba que
era debido a mi piel sensible. Esta sensibilidad fue a más hasta el punto de que, para mantener una relación sexual con penetración, tenía que “aguantar el dolor”. Entonces apareció Marta Torrón y decía cosas como que “no hay que aguantar el dolor”, que “el dolor se graba en nuestra memoria”, que “es necesario ejercitar el suelo pélvico”… Y llegaron las palabras que yo necesitaba oír: vaginismo, dispareunia, vulvodinia… Investigué un poco y vi que mis síntomas se parecían mucho a lo que contaba Marta Torrón.
Como no podía irme hasta su consulta en Barcelona, busqué en Google (¡bendito Google!) “fisiosexologa Badajoz” y apareció el blog de Marta de Celis. Con miedo y vergüenza le escribí un email que contestó rápidamente dándome una cita para su consulta.
Hasta allí me fui sin saber que la consulta de una fisioterapeuta de suelo pélvico se parece mucho a una consulta de ginecología: está el momento del “cuéntame qué te pasa” y el momento de “túmbate en la camilla”. Dejadme que os diga que nunca antes me había sentido tan comprendida. El tacto, la delicadeza, la empatía…Todo perfecto. Y llegó el
diagnóstico, entre lágrimas y confesiones: “tienes un tipo de vaginismo”. Pero ¿cómo iba a tener yo vaginismo? ¿Eso no les pasa a las mujeres que han tenido algún trauma sexual en la infancia? ¿O a mujeres cuya sexualidad ha sido fuertemente reprimida? Eso se trata con psicoterapia, ¿no? Pues sí y no, pero eso lo dejaremos para otro momento y para los expertos en el tema.
Simplemente tener un diagnóstico ya es liberador. “Bien, no soy rara, no estoy loca y esto no me pasa solo a mí”. Comencé un proceso de autoconocimiento, desaprender para aprender de nuevo, reconocer que no sabía nada y que lo que sabía no era necesariamente verdad en todas las circunstancias. No puedo decir todavía que estoy recuperada, pero sí que me siento empoderada. Siento que tengo la confianza en mí misma para comprar juguetes sexuales tanto para el proceso de recuperación como para mi placer personal; la confianza para contarles a otras mujeres qué me pasa; tengo el conocimiento para saber que una revisión ginecológica no está yendo bien si el médico no tiene en cuenta tu dolor y tengo el poder de decidir cambiar de especialista. En definitiva, siento que puedo mejorar mi vida y ayudar contando mi historia para que, quizá, otras mujeres no se sientan tan solas e impotentes como me sentí yo (¡pensaba que mi vida sexual había acabado!). Si algo de lo que lees aquí te resulta familiar (y piensa que, probablemente, yo no estoy contando toda mi historia, solo la parte que a día de hoy soy capaz de gestionar), busca ayuda. Cuéntaselo a alguien. Es muy probable que tú también tengas el poder de mejorar tu vida.